Los conventos frailes se desarrollan especialmente a partir del siglo XIII. En este contexto, los conventos fueron pensados para servir de lugar de formación, reunión y descanso de religiosos que estaban imbuidos en tareas de predicación y enseñanza en el mundo urbano. Para dichas comunidades, a diferencia de las Órdenes monásticas, los conventos no consistían en un fin en si mismos. El fraile no vive para el convento. Este es sólo su punto de congregración.
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